Jóvenes artistas que se cotizan
No llegan a los cuarenta y sus obras ya seducen en el mercado del arte
DUBRASKA FALCÓN
EL UNIVERSAL
Aunque para muchos sea difícil de creer, el arte joven venezolano está vendiendo. Y lo está haciendo, mayoritariamente, con las técnicas tradicionales. El futuro del arte en el país está creando a partir del lienzo y de las esculturas. Pero expresado en un lenguaje distinto... que los coleccionistas y críticos de arte han aprendido a descifrar. Y les ha gustado... vaya que les ha gustado.
"El arte venezolano de las últimas décadas ha sido testimonio visible de ese reinventarse continuamente. Si bien las artes visuales de comienzos de este siglo se han caracterizado por ser plurales en cuanto a lenguajes plásticos definidos (dibujo, pintura, escultura, fotografía, instalaciones, video, artes multimedia, etc.), está prevaleciendo entre los artistas jóvenes un retomar de medios supuestamente insertos en clasificaciones 'académicas', como la pintura y la escultura, desde su perspectiva más clásica", asegura el curador Miguel Miguel.
"El talento de estos jóvenes artistas contemporáneos venezolanos ha sido reconocido en los más importantes salones de las artes plásticas del país. Sus particulares trayectorias -muchos de ellos cotizados en el plano internacional-, a pocos años de haberse iniciado, ya presagian un porvenir promisorio", reconoce Teresa Masini, directora de Galería Artepuy.
Pero de la rentabilidad depende que el artista respete su centro, tenga un equilibrio y sepa promoverse en el mundo del arte. Así lo afirma la curadora del Salón Jóvenes con FIA 2008, Lorena González. "Hay artistas maravillosos que no venden. La rentabilidad es un azar. Son cosas de las circunstancia. A veces no se tiene una buena concepción del arte joven. El arte contemporáneo es el más difícil de vender. Se han acostumbrado que lo que vende es el modernismo, el abstraccionismo".
Top 10 en rentabilidad
Astolfo Funes (1973). Han sido las mujeres las que han marcado su obra. Por ellas llegó a estudiar pintura en el Taller Libre de Artes Plásticas de San Carlos, en el estado Cojedes, y por ellas fue que volcó la concepción de su arte de lo social a lo femenino. Los trazos agresivos que utiliza para pintar a sus féminas "de la noche" en muchos casos los puede combinar con acrílico, pintura industrial y hasta pintura de zapatos. Los lienzos realizados por Funes han participado en Feria de Arte de Miami y se han expuestos en la galería Artsolar de Nueva York. Su obra en formato grande está valorada entre 4 y 6 mil dólares.
Reymond Romero (1979). Cambió el mundo de la moda por las artes plásticas. Pero gracias a eso fue que pudo crear una serie de muñecos invadidos de color y llenos de mucho interés folclórico por las fiestas venezolanas y universales. A través de elementos textiles, papeles e hilos de metal, sus esculturas han capturado a los coleccionistas. Romero es licenciado en Artes Plásticas, egresado del Instituto Universitario de Estudios Superiores en Artes Plásticas Armando Reverón y en el 2007 ganó el Salón Jóvenes con FIA por su instalación de 8 piezas textiles Yukkitta in Wonderland y el Premio Armando Reverón.
Jonidel Mendoza (1975). No sólo es fanático de los trazos incompletos sino que también une sin problemas lo bidimensional con lo tridimensional. Y es por eso que utiliza desde la organza y hasta la malla electrosoldada para soportar los cuerpos que dibuja. Este artistas plástico se ha destacado por realizar transparencias superpuestas de figuras humanas, que parecen respirar y moverse juntas. Las obras en formato medio de Mendoza, quien recibió en 2005 la Mención especial VII Salón Cantv Jóvenes con FIA, por la pieza Disueltos en el tiempo, pueden llegar a venderse en el exterior por 7 mil dólares.
Starsky Brines (1977). La memoria se convierte en su principal fuente de inspiración. Ella es la responsable de que Brines cree sujetos que tienen toda la apariencia de haber salido de un cómic o de ciertas imágenes emblemáticas de la cultura de masas. Brines, quien es licenciado en artes plásticas en Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón, suele tocar en sus piezas el tema de lo bello, sin importar que lo ambiguo de su propuesta que suele generar ternura y agresividad. La valorización de las piezas del artista en gran formato es de 4 mil dólares
Mariana Monteagudo (1976). Parece que tiene el don de la creación. De crear nuevos seres. Pero no del todo humanos. Seres híbridos compuestos de cerámica y adornados con elementos naturales. Monteagudo los combina con la dualidad de elementos agresivos o mutilaciones con aspectos que inspiran ternura como los colores cálidos y la frente amplia. Sus muñecas se han convertido en las consentidas de los coleccionistas en Colombia, España, Aruba, Cuba y Estados Unidos. Pero esto le viene en la sangre, pues tanto la abuela como la madre de la artista egresaron del mundo de la plástica venezolana.
Audino Díaz (1973). La piel de vaca llegó a desplazar por momentos en el taller de Díaz a la madera -de la cual se declara eternamente enamorado- y a la piedra. La obra reciente del artista se circunscribe al soporte al realizar piezas definidas como ecológicas, pues interviene la piel de la vaca -incluso las rasura, dibuja, talla y cose-. Este artista nacido en México, pero más venezolano que el tricolor, también elabora troncos en los que inserta diversas fibras vegetales. Sus piezas tanto en pequeño como en gran formato están valoradas internacionalmente entre dos y tres mil dólares.
José Vivenes (1977). Su pasión por el arte la debate entre el dibujo de rostros y los objetos esculturales. Vivenes, licenciado del Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas, mención Pintura, sorprendió a propios y extraños en la FIA del año 2006 con una silla vaciada en bronce. Esto significo, para los coleccionistas y críticos, un segundo aliento para la escultura en Venezuela. Sus piezas, que suelen escapar de sus fantasías, suelen costar entre 10 y 12 mil dólares y están compuestas por madera que el artista recolecta mientras pasea por las playa del litoral central, en el estado Vargas.
Paulo Castro (1974). Indaga sobre la pintura pero sin tomar un pincel. Más bien rasgando rasga las telas, las corta y las entrelaza para tejerlas. Castro, quien estudió arte puro en la Escuela de Artes Visuales Cristóbal Rojas, cursa estudios de Antropología en la Universidad Central de Venezuela, lo que la ha servido para nutrir sus obras, basadas en lo que llaman arqueología pictórica. Es a través de la tridimensionalidad de sus muestras que ha podido realizar tejidos -gracias a los retazos de tela y algunos materiales naturales, como las semillas- con texturas cromáticas que cautivan a los críticos.
Paul Parrella (1980). Descubrió que el color no era la única manera que tenía para pintar... el blanco y negro también brillaban. Y así se enamoró más de su arte, que basa principalmente en recrear su personalísima visión de la naturaleza. Además de involucrarse con todos los aspectos de su obra, Parrella se encarga de preparar las telas y de fabricar sus propias pinturas, consigue crear un diálogo fructífero entre los elementos de su piezas y el color que les coloca. Egresado del Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón, las obras del artista pueden llegar a venderse por más de $2.500.
Kéyser Siso (1982). La obra de este artista, estudiante de Artes Plásticas en la Universidad Católica Cecilio Acosta, de Maracaibo, se nutre de la realidad. "De eso que veo y no puede dejar de mirar". Ganador del segundo lugar de Jóvenes con FIA, Siso extrae de las páginas de los periódicos la gran cantidad de personajes que pinta en sus lienzos. Ellos parecen flotar en un inmenso mar monocromático, pues recurrentemente los enmarca en una línea en negro, con rojos intensos, blanco puro o un brillante amarillo. Siso, quien apuesta todo al arte, suele vender sus obras en gran formato en tres mil dólares.